Esa manía suya de hacerte sonreír.

Últimamente estoy muy estresada. No sé de dónde vengo, ni a dónde voy. Creo saberlo todo, creo saberlo nada. Si la vida es como un río, mi río no encuentra su cauce. Anda perdido por las calles de Madrid, y a cada esquina una persona no agraciada que le hace llorar.
Despertarse y desayunar. Hacer lo que mamá diga que hagas, y si no, vagabundear en cualquier sofá viendo capítulos de Aquí no hay quien viva, que han sido vistos mínimo tres veces. No, aquí no hay quien viva, ni aquí ni en ninguna parte. Comer, olvidando que intentas hacer dieta desde hace dos meses. Bueno, hoy no ha sido tu mejor día así que será una excepción, ya empezarás mañana. Ir al instituto, llegando tarde, cómo no. A hacer un módulo que ni te viene ni te va. No quieres ser asesora de imagen, quieres ser maestra, enfermera, psicóloga, pero es lo que toca. Y tras 6 horas de risas, libros, maquillaje y Kinder buenos, de vuelta a tu hogar, donde te espera siempre fiel tu gato, al que no cambiarías por nada en el mundo. Una cena que empieza siendo ligera, y terminas al borde de explotar. Homeworkear, una buena ducha fría o caliente, según apetezca, y un poco de Sexo en Nueva York, o en su defecto, de El barco.
Escribir unas pocas palabras de lo mierda que ha sido el día en tu diario, empezar una botella de agua que nunca acabas por bebértela entera, una charlita con una loca que tienes como hermana, y mañana será un nuevo día.

Y así 5 veces a la semana, y en cada una de ellas piensas en él. Sigues pensando en él como pensabas en él el primer día en que te enamoraste. Te dices a ti misma que ya no estas enamorada, es alguien más como cualquier otra persona. Alguien más, que te hace sonreír, que hace que el día entero resulte insignificante, que hace que duermas bien a pesar de todo, alguien más.